Cuando la noche se hizo presente el perfume cargado de incienso guió el recorrido de María Santísima del Campo Coronada desde la Iglesia de la Asunción hasta la ermita de Madre de Dios por las calles de la Villa.
El andar propio, elegante y alegre de los hombres de trono atesoró la luz de la mirada de la Reina Divina hacia su pueblo, quien la acompañaba al son de la música armoniosa de la Banda Tubamirum.
En el último tramo del recorrido, la emoción y fervor de los fieles que participaban en la procesión se hizo mayor, la Virgen paseaba por su “Barrio”.
Como colofón a este día tan especial, el cielo de la Villa se iluminó por el tradicional castillo de fuegos, símbolo de la devoción de cañeteros y cañeteras hacia su Madre.